Al enterarnos el viernes en la tarde de que ya el desfile nacional no estaría dedicado a la Novia del Atlántico, era evidente que las cosas no andaban bien. Ya no se rendiría honor a los hermosos y creativos taimáscaros, entre personajes majestuosos de Puerto Plata.
Días antes del desfile se anunció un gran operativo de seguridad, que incluía el despliegue de unos 1,970 policías, socorristas, personal médico y paramédico para cuidar y dar socorro al público asistente. En efecto, se constató el dispositivo de seguridad para entrar al área del carnaval. Las personas no podían entrar con armas. Tampoco se permitieron botellas de vidrio. Sin embargo, a partir de las 6:30 p.m. (cuando aún no terminaba el desfile) todo se volvió un caos y la tan anunciada seguridad del evento se desarticuló.

El desfile inició pasadas las 3:30 de la tarde. Un poco demorado, considerando la gran cantidad de comparsas y personajes que siempre participan del evento cumbre de los carnavales dominicanos. El desorden fue evidente desde la primera mini carroza que llevaba Nashla Bogaert y a Frank Perozo, los reyes de este año. Pero ni la elegancia de Nashla, con un hermoso vestido blanco que hacía juego con su espectacular penacho pudo salvar esa apertura tan deslucida. Los reyes desfilaron montados en un pequeña y poco vistoza plataforma móvil, desde donde el público difícilmente se daba enteraba que eran los reyes del desfile que por ahí pasaban.
Pero mayor sería la decepción al saber que los grupos carnavaleros de las provincias emblemáticas por sus carnavales, no asistirían. Según la información oficialmente transmitida por el Ministerio de Cultura, solo cinco grupos de Santiago participaron del evento. Este número es absolutamente insignificante, si se piensa en la gran cantidad de grupos y los cientos de carnavaleros que cada año representan a esta provincia. De La Vega no asistió ninguna comparsa.
Para tratar de solucionar el “bache” causado por el rechazo de Puerto Plata a la invitación de ser la provincia homenajeada del desfile de este año, a último minuto, la invitación fue dirigida a Barahona. El mismo patético resultado: de la perla del Sur solo desfilaron tres comparsas, faltando una de las más vistosas de esa región, “los pintaos de Barahona”.
Hasta donde pudimos indagar, los recursos necesarios para traer a las representaciones de los carnavales provinciales no fueron entregadas por el ministerio.

Gracias a los grupos del Distrito Nacional, el desastre no fue mayor. Como cada año, los carnavaleros, bailarines, coreógrafos y artesanos de los barrios de la capital hicieron su trabajo. Demostrando su pasión por la cultura y haciendo gala del talento en los sectores populares.
Los premios otorgados a las comparsas y personajes individuales también disminuyeron en esta edición. En años anteriores la dotación era de 15 mil a 100 mil pesos, según la categoría y 500 mil para el Gran Premio. Este 2019, los premios oscilarán de 10 mil a 50 mil.
Lo que causa más pena causa es que este decadente desfile organizado por el Ministerio de Cultura, actualmente encabezado por Eduardo Selman (designado en esa cartera en mayo 2018), representó un retroceso para el sector de la cultura popular. Sin duda, lo acontecido en los últimos días resulta una desconsideración con los trabajadores de la cultura que con esfuerzo y perseverancia han obtenido conquistas importantes, y a un pueblo que masivamente apoya y ama su carnaval.
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